Los días 22 de cada mes los
jóvenes que fueron víctimas del abuso de un grupo de personas afines al
gobierno protestan en las redes sociales con el hashtag #J22NoSeOlvida. Muchas
otras personas hacen comentarios negativos por la protesta. Uno de los
comentarios más comunes de leer es que los jóvenes lo deberían superar (por querer decir olvidar) y
finalmente cerrar el capítulo.
No puedo describir los niveles de
indignación que estos comentarios me provocan. Cuando no has sido vapuleado,
amenazado y perseguido por hordas sin sentimientos ni conciencia, es fácil pedir
que se olvide. Vamos a olvidar el robo de las cosas materiales (aunque no se
debería tampoco) y a enfocarnos en el robo de la dignidad, del derecho a
protestar pacíficamente. Vamos a enfocarnos en el abuso, en la cobardía del
ataque, en el hecho que los muchachos estaban ahí apoyando una causa que a sus
ojos era justa, válida y necesaria, que no tenían armas, que estaban desprevenidos,
que nunca la vieron venir, que hasta en el último minuto confiaron que la
Policía Nacional iba a defenderlos y que bajo esta premisa nuestros jóvenes
fueron traicionados. Si, traicionados. Traicionados por su propia gente, porque
entre conciudadanos, así como entre la familia nos deberíamos de proteger y
ayudar los unos a los otros.
Llevaba días sin poder dormir,
seguía de cerca lo que pasaba en el campamento de OcupaInss. A través de las
redes estuve presente en el concierto, escuché la música, y reí con los
chavalos bailando la Macarena.
Entre las 4:30 y 5:00 a.m. de ese día empecé a leer los
primeros mensajes.
“Por favor, vengan a ayudarnos”
“Llamamos a los bomberos y nos
dijeron que no podían venir”
“Hay heridos, necesitamos que nos
vengan a traer”
Al principio no comprendía lo que
estaba sucediendo hasta que alguien subió una foto de un muchacho
ensangrentado. Entonces mi corazón se partió. Poco a poco más y más mensajes y
fotos me hicieron entender lo que había pasado. A las cinco de la mañana le
dije a mi esposo:
“apalearon a los chavalos, hay
heridos y ni los bomberos quieren ir a ayudarles”
No sabía qué hacer, a quién
llamar, ni cómo ayudar. Tuve que alistarme para ir al trabajo pero mi corazón
estaba allá con ellos, mientras un sentimiento de impotencia se apoderaba de
mí. Luego supe a ciencia cierta lo que había sucedido y que yo no hubiera
podido hacer nada…ese sentimiento de impotencia que te consume, que te hace
sentir miserable por completo.
Pienso, que ninguno de los que
sabemos que el ataque fue real debería olvidarlo. Olvidarlo significaría que
está bien, que como dicen los que defienden lo sucedido, no debieron estar ahí,
como diciendo que se lo merecían. No, señores. Al igual que la vestimenta de una
mujer no da derecho para ser irrespetada ni mucho menos violada, tampoco
manifestarse, protestar da derecho a golpizas y robos.
¿Vivimos en una sociedad libre si
o no? ¿Se derramó tanta sangre en la lucha contra el dictador Somoza para vivir
en una libertad a medias, a conveniencia del grupo en el poder? ¿Vivimos todo
lo que vivimos para ser callados a garrotazos, bajo amenazas e intimidaciones?
Por supuesto que no. Se luchó por una
Nicaragua libre, donde cada quien respete la ideología del otro. Se luchó para
tener un país y un gobierno al cual yo le pueda demandar sin temor a ser visto
de mala manera o puesto en listas negras, para tener un gobierno que no me haga sentir miedo a que me manden hordas
robóticas si me atrevo a decir algo que no les parece. Creo que por eso lucharon los héroes y
mártires de la revolución. Ellos tenían en mente una Nicaragua plena donde la
principal preocupación sería batallar contra la pobreza, donde juntos nos
encaminaríamos a luchar por heredar una patria mejor a nuestros hijos.
Ahora, con los hechos que están ocurriendo en
Venezuela, mi temor crece. Veo los motorizados aparecer en cada protesta
(Maduro style), sea en contra del sistema de TUC o de apoyo a un grupo de
ciudadanos de otro país. No importa lo que sea, si no es una manifestación en pro
del gobierno, seré perseguida y reprimida. ¿Será que si los nicaragüenses
insistimos en salir a la calle, nos metan tiros en la cabeza, nos manden
tanquetas y nos disparen hacia dentro de las casas de familia, también? No quiero pensar que podemos vivir algo así,
no después de la lucha en contra de Somoza, no después de una revolución del
pueblo, no después tanta sangre derramada en una guerra civil.
Entonces, no me pidan superar el
22 de junio del 2013 porque no puedo superar que mi gente se ataque entre ellos
mismos, que mi gobierno y mi policía no me defienda y que piense que merezco
ser vapuleado porque pienso diferente, porque me atreví a pedir una pensión
reducida para un grupo de ancianos y sobre todo, no puedo superar, ni nunca
superaré que se tiña con sangre de hermanos el glorioso pendón bicolor de mi
Nicaragua, ninguno de nosotros debería superarlo.